¿Quienes somos?
Somos un Movimiento reconocido por la Iglesia Católica Romana.
Su nombre proviene de la palabra castellana cursillo
y es una abreviatura
de la expresión
Cursillos de Cristiandad.
Sin embargo, no se trata
de un curso teórico,
ni de un retiro espiritual.
Es ante todo una
experiencia de vida.
Una experiencia formidable que consiste en el descubrimiento de lo fundamental cristiano,
para mejor vivirlo.
Durante un encuentro de tres días, la gente vive una experiencia profunda de vida cristiana…
El Cursillo se inicia con un encuentro de tres días, durante el cual, en un clima de fraternidad y alegría, aprende uno:A conocerse mejor (encuentro con sí mismo),
- A experimentar la presencia y el amor de Jesucristo (encuentro con Dios),
- A descubrir todo el bien que puede aportar una comunidad cristiana atenta y afectuosa (encuentro con los demás).
…Que se prolonga luego, periódicamente…
Los tres días iniciales no son sino el trampolín de un
Movimiento que ambiciona la santificación de sus miembros y la
evangelización de los ambientes. El descubrimiento de lo que hay en lo
fundamental cristiano, se prolonga y se profundiza en las llamadas Reuniones de Grupo
(de 3 a 6 personas que se reúnen con regularidad y se estimulan a
consagrar tiempo a la oración, al estudio y a la acción) y/o en unos
encuentros más numerosos llamados Ultreya (que significa: más allá).
…Para ayudarse mutuamente a ser fermentos de evangelio en sus ambientes, por la fuerza de su testimonio…
El Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) es un
movimiento de acción apostólica. Pretende formar núcleos de cristianos
qui se ayudan entre sí para convertirse en fermentos de Evangelio en
todas partes. El MCC cuenta con su testimonio de amistad y con la
profundización de su conversión para cristianizar los ambientes donde
viven.
"He aquí su aporte dentro de la Iglesia : crear unos
núcleos de creyentes que lleven el mensaje de salvación por todos lados,
haciendo prevalecer el peso de su opinión no por imposición sino más
bien por la fuerza de su testimonio". (Juan Pablo II, 1990)
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